viernes, 14 de septiembre de 2012

Esa sonrisa que nos vuelve locos, locos de amor.


Porque si hay algo que nos vuelve locos/as a las personas es la sonrisa de esa persona que esta a nuestro lado, o de esa persona que tanto amamos o nos gusta en secreto.
Esa sonrisa que aunque te haya pasado algo te hace sonreír de forma instantánea, esa sonrisa que aunque no vaya para ti, te hace sentir únic@ si se cruza en tu campo de visión, y si te mira cuando sonríe es mucho mejor.
Es esa sensación tan grande que siquiera se expresar con palabras, te sientes en el aire, te derrites al verla, y horas después empiezas a divagar a fantasear con esa tonta sonrisa que parece que te dedicó, aunque tal vez solo te haya parecido a ti. Y como no, esa sonrisa tonta que se te dibuja en la cara al recordar la suya, esa sonrisa que si nunca das el paso, no sabrás si también a esa persona le hace sentir de esa manera, pero siempre está ahí esa amiga ‘’inseguridad’’ esa amiga que si no hacemos nada, SIEMPRE estará ahí, impidiéndonos dar el paso…

Una vez le dije a mi amiga ‘’ Adoro su sonrisa, me hace sentir tan… tan contenta cuando la veo’’ Y ella me dijo ‘’Eso es amor’’

Y tal vez, tenga razón, no lo sé. 



Todo el tiempo que quieras.

Este pequeño, bueno, este gran relato es uno de los dos relatos que recibí cuando organicé aquel concurso que poco funcionó y hoy lo traigo aquí, ya que ando floja de inspiración, pero tranquilos, que hoy a venido a mi, y seguramente después de esto publicaré algunas cositas. Espero que comentéis acerca de esta maravillosa historia escrita por Aitana Escudero autora del fabuloso blog  ''Más allá de las palabras''
A la cual también podéis encontrar en su twitter: 

@MsquePalabras


Ahora os dejo disfrutar de la lectura... como siempre con un poco de música...

Imágenes ofrecidas por la propia autora de esta historia.

Está lloviendo, estoy cansada y tengo moratones por todos lados, tengo miedo y el recorrido de las lágrimas se dibuja en mis mejillas debido a la pintura de cara.
No me convence la idea pero no me queda otra que hacer auto-stop, veo q unas luces se acercan, haber si esta vez hay suerte, me levanto, estiro el brazo y subo el pulgar. El coche se para y el joven conductor  me hace una señal para que pase y me siente, subo, mi frio cuerpo agradece que la calefacción del coche este puesta, el conductor me mira extrañado. Era moreno, alto, como mucho dos o tres años más  mayor que yo, delgado, demasiado en mi opinión; tenía el pelo descuidado, y eso le daba un cierto toque que me asustaba un poco, decidí no pensar en ello. Me preguntó a donde iba y le conteste que adonde él fuera, se extrañó pero no dijo nada. Cada dos por tres me miraba, al fin y al cabo era normal debido a mi aspecto. Al final se decidió a preguntar.
-¿Qué te ha pasado ahí?- preguntó rozando con las yemas de los dedos  al moratón que tenía en la mejilla.
Dude en contestar, él tampoco parecía esperar una contestación, seguía mirando hacia delante conduciendo tranquilamente.
-Prefiero no hablarlo ahora .
Me echó una mirada rápida y siguió conduciendo. Al rato volvió a hablar.
-No preguntare pero creo que deberías curarte esas heridas.
Bajé la mirada. Se había dado cuenta, mis mil esfuerzos por ocultar las heridas y moratones habían sido en vano, eran demasiado evidentes.
-Tengo un botiquín en el maletero, si eso paramos   un   momento  y  te curas la heridas.- siguió insistiendo, asique no tuve más remedio que aceptar. Paró el coche a un lado de la carretera y salimos fuera. Seguía haciendo frio y empecé a tiritar. Él me guió hasta el maletero lo abrió y sacó un pequeño botiquín de viaje.
-Lo mejor será que primero te cures las de las manos se te van a infectar.
Mire mis manos, realmente asustaban, estaban llenas de cortes y no paraban de sangrar, hasta el momento no me había dado cuenta de su estado, me quede petrificada, no pensaba que la situación llegara a tanto. Al ver que no reaccionaba cogió mi mano derecha y empezó a quitarle los restos de cristales que aún seguían clavados en  la palma. Cuando terminó le hecho agua oxigenada me escocía mucho pero no me quejé.
-Parece que sabes lo que haces-. Dije asombrada de su seguridad a la hora de sanarme las manos y la cantidad de instrumentos que llebaba en el botiquin.
-Estudio Medicina-. Aclaró- Por cierto me llamo Jack
-Ela- Me presente brevemente, no tenía ganas de hablar pero él sigue insistiendo en ello, seguidamente, como si supiera lo que estaba pensado, comenta:
-Comprendo que no quieras hablar de lo que sea que te haya ocurrido, pero comprende que me preocupe al ver a una niña de tu edad con todos esos golpes y heridas-. Realmente parecía preocupado, repasé lo que había dicho, ¿niña? Eso no, no había cosa que más me jodiera que eso,  no era una cría y no me gustaba que me lo llamaran.
-¿Niña?- Dije de modo que él entendiera que no soy una cría.
Sonrió y levantó una ceja, parecía divertido. No pude evitar sonreír. Cuando termino de curarme la otra mano y pasó a una pequeña brecha en la cabeza.
-Bueno…- dudo adrede- ¿señorita? entonces, ¿cuántos años tienes?- dijo burlonamente.
-Pues para tu información señor tengo dieciseis años – Dije con un fingido enfado.
-Mmmm… pues eso una niña.
- Dudo que tengas muchos años más que yo para llamarme niña-.Protesté.
-Cuatro más concretamente, pero para mí la edad no se mide por años, sino por experiencias-. De repente ambos nos pusimos serios. Volví a recordar todo lo que había pasado aquel eterno día que aún no había acabado, y comprendí que aquella conversación que me había hecho olvidar por un momento lo sucedido solo había sido un pequeño paréntesis que se acababa de cerrar.
-Y hay algunas que te hacen  madurar más deprisa que otras…-murmure para mí.
Jack me miró y al darse cuenta de que la conversación ya había acabado y cambió rápidamente de tema.
-Creo que las heridas que tenían más riesgo de infectarse están sanadas, vamos al coche que todavía nos queda un buen camino- sonrió forzosamente y volvió a su asiento, yo le seguí y volvimos a ponernos en marcha.
Estábamos callados, era un silencio incomodo. Ahora que lo pensaba tenía hambre, mucha. Me maree, me sujeté la cabeza, realmente estaba en muy mal estado tanto físico como psíquico. No sé qué hacer, estoy asustada y sin salida, pero y si… Me resisto a llorar, no merece la pena o, ¿acaso cambiará algo eso? Me trago el nudo que tengo en la garganta y reprimo las lágrimas.
-Si te mareas deberías relajarte e intentar dormir ya te avisare cuando lleguemos. Así se te hará mas corto el camino.-Lo dijo sin esperar ninguna respuesta, sabía que no la tendría.
No quería dormirme, no quiero bajar la guardia y encima causarle a Jack la molestia de tener que despertarme. Pero al final el cansancio acaba  por vencerme.
Despierto pero todavía no abro los ojos, no reconozco donde estoy, no es el duro asiento del coche de Jack, tampoco era mi cama. Decido abrir los ojos y volverme a enfrentarme a mi vida.
Me encuentro en una habitación, pero no la reconozco. Todavía es de noche. Tengo mucha hambre y no me paro a pensar en que no tengo ni puta idea de donde me encuentro, me dirijo a explorar la casa esperando encontrar la cocina. Suerte que es pequeña y pronto la encuentro, está en la misma habitación que el salón, solo les separa una pequeña barra. Veo la nevera voy directamente hacia ella, la abro, no hay nada especial e intento buscar algo.
-Si tenias hambre no tenías mas que decirlo.
Oigo una voz y me giro asustada. Cuando descubro que es Jack respiro hondo y me tranquilizo.
-Lo siento... es que…  no quería molestarte- no sabía que decir- ¿dónde estamos?
-No pasa nada- sonrió- pues en mi casa-ríe burlón- es que me dio pena despertarte y como me dió la impresión de que no sabias muy bien a donde ibas te traje aquí. Siento si te molestó- lo dijo como si no fuera nada del otro mundo, como si siempre que te encuentras a alguien lo llevaras a tu casa para darle una cama donde dormir.
La verdad es que Jack era muy simpático y amable, siempre tenía esa maravillosa sonrisa en la cara, me animaba mucho ver a alguien que siempre está contento, o al menos lo aparentaba. A pesar de cómo me encontraba en esos momentos intente ser todo lo amable posible, Jack era el único que me había ayudado hasta entonces y no quería estropearlo.
-No lo sientas soy yo quien debería agradecerte que me hayas acogido a pesar de que lo primero que haya hecho ha sido venir a tu nevera y coger algo sin pedir permiso- dije ruborizada por la vergüenza.
-Da lo mismo coge lo que quieras aunque tampoco hay mucho, acabo de llegar de Italia.
-¿Italia?-dije sorprendida, siempre me ha encantado ese país aunque nunca he tenido la oportunidad de viajar allí.
- Me encanta ese país de pequeñita me imaginaba que viajaba allí y que comía montones y montones de pasta.- no se porque dije eso, de hecho ese siempre había sido uno de mis secretos inconfesables. Me giro para mirar a Jack y le veo reírse a carcajadas,  me pongo roja de vergüenza pero empiezo a reírme igual hasta que me entra flato. Cuando ya ambos nos hemos calmado un poco. Jack sirve leche en unas tazas y coge unas galletas. Las pone en la pequeña barra y me hace una señal indicando que me siente, él se sienta enfrente de mí, ambos seguimos sonriendo.
-No son espaguetis a la carbonara pero es lo que tengo- dice con sorna.
-No te lo he dicho para que te burles de mis sueños infantiles- digo con falso enfado. Y ambos reímos de nuevo. Me vuelvo a marear, me duele mucho la cabeza de los golpes. Él me mira preocupado pero no dice nada, sabe que no quiero hablar del tema.
Jack termina antes que yo, pero no se mueve de su sitio, intenta no mirar demasiado mis moratones para no crear una situación incómoda, pero no es capaz de controlar alguna que otra mirada de reojo. Hay un silencio entrre ambos un tanto agobiante.
-Si quieres cambiarte en la habitación en la que te deje hay ropa de mi hermana, es un poco vieja pero creo que más o menos es de tu taya.
La verdad es que me sorprendió mucho, no entendía como alguien podía ser tan amable, solidario y comprensivo conmigo, que ni siquiera me conocía.
-Muchas gracias, pero… ¿no lo echara en falta tu hermana?- si vivía allí no le haría mucha gracia que me aprovechara de todas sus cosas. Se puso muy serio.
-Ella… ya no vive aquí- tenia la mirada perdida y no parecía muy seguro de lo que decía.
-Aun así, ¿no le molestara que coja sus cosas?
-No creo- dijo, cada vez estaba más serio.
-¿Seguro?, no quiero molestar a nadie- insistí.
-¡He dicho que no la molestara!-dijo muy serio, parece enfadado. Se levanta y va rápido hacia otra habitación. Me quedo preocupada, no quería molestarle, pasan unos minutos y como veo que no vuelve voy a pedirle perdón, había ido a su habitación. Llamo a la puerta pero nadie contesta, decido entrar.
Jack está sentado en el borde de su cama, sollozando, me acerco a él, no se muy bien que hacer, me siento a su lado y  le paso el brazo por el hombro, nunca se me a dado bien consolar a la gente pero sigue llorando y esa sonrisa que yo creía que era inquebrantable había desaparecido. Fue un impulso tonto pero sin pensarlo siquiera lo abracé, nunca lo hubiera pensado pero él aceptó mi abrazo y lloró sobre mi hombro. Estuvo llorando un buen rato hasta volver a pronunciar palabra.
-Está muerta- Lo dijo entre sollozos todavía, no sabía quién se refería.
-¿Quién?
-Ella… Carla
 No sabía quién era y tarde unos minutos en decidirme a preguntar de nuevo.
-¿Quién es Carla?
-Mi hermana- dijo ya más tranquilo y mirándome a la cara. Sus ojos violetas estaban apagados y todavía húmedos y rojos. Sin saber por qué estuve apunto de ponerme a llorar.
-Lo siento mucho… no debería haber preguntado… soy gilipollas de verdad- no sabía qué decir, de verdad lo sentía muchísimo porque había hecho que la única persona que me había ayudado en mucho tiempo llorara. A lo mejor me merecía todo lo que me estaba pasando…
-No te disculpes tu no sabias nada- todavía me pregunto cómo alguien puede ser tan bueno, le acababa de hacer llorar y aun así  no aceptaba mis disculpas.
-¿Cómo puedes ser tan bueno?-sonó muy ñoño pero me salió del alma. El sonrió pareció que mi pregunta le había pillado desprevenido. Pero al menos pude ver esa sonrisa otra vez, yo también sonreí, se me hacia raro después de tanto tiempo si hacerlo.
-Gracias…-eso era todo lo que pude decir en esos momentos un estupido gracias pero en realidad no sabía cómo decirlo pero tenía la sensación de que un simple gracias se quedaba corto.
-¿Por qué?
-Por todo
No dijo nada pero se acerco a mi, mucho, agacho su cabeza nuestras narices casi se rozaban, le mire a los ojos, esos ojos violetas…
Agache la cabeza, levanto su mano y me cogió la barbilla, dulcemente, era más bien como una suave caricia, dirigió mi cara para que le volviera a mirar.
-A estas alturas ya no sé quién es el que tiene que dar  las gracias a quien- dijo con una voz suave en un susurro.
Se acerca todavía más,  siento su aliento y respiración, cierro los ojos y pronto siento el suave tacto de sus labios carnosos fundiéndose con los míos en intento de transmitir todo lo que ambos sentíamos en esos  momentos. Cuando se separo de mi sentí que me faltaba algo, le echaba de menos y estaba a mi lado. Le abracé fuerte, le necesitaba todo lo cerca posible, él era la única persona que me hacía sentir bien. Él también me abrazo fuerte, ambos podíamos sentir la respiración del otro. Empezó a jugar con mi pelo y acariciarme suavemente la cabeza. Me apoyé en su hombro, nunca pensé que pudiese sentir algo así por alguien a quien ni siquiera conocía, pero así era, me había enamorado de Jack y de su maravillosa sonrisa.
Me despierto, pero no abro los ojos, no sé si podre, siento besos en el cuello, no, otra vez no, deseo con todas mis fuerzas que hoy se compadezca de mí y me deje en paz, pero sé que no será así y que un día más será una pesadilla interminable. Tiemblo al pensar que nada ha sido real, que todo ha sido un bonito sueño, pero irreal. Me quedo inmóvil e intento reprimir las lágrimas, solo aprieto los ojos y espero a que el día se vuelva a acabar, para empezar otro igual al anterior.
Para al notar que estoy asustada, ¿por qué? Nunca antes le había importado si sentía miedo o no simplemente ignoraba mis sentimientos. Una mano me acaricia la mejilla, que raro…
-Shhh, tranquila princesa soy yo.- sabia de quien era esa voz, la reconocía a pesar de que era casi desconocida. Me alegré al saber que no había sido un sueño y que, a pesar de las condiciones en las que lo había hecho, había conseguido escapar del aquel infierno. Pero lo que más me alegraba, más que  todo, era que él siguiera ahí, de que no hubiera desaparecido en una nube de falsas ilusiones y sobretodo de que estuviera conmigo en esos momentos. Sonrío, no puedo evitarlo cuando esta él cerca. Me aprieto contra su pecho y él me abraza por la cintura. Pasa un tiempo en el que parece que nadie más existe nada más que nosotros dos, pero como todo llega a su fin, esto no iba a ser menos. Llaman al timbre,  Jack suspira, se separa de mí y se levanta para ver quién es. Observo que lleva la misma ropa que ayer, no se separo de mí desde que me dormí en su abrazo, ni siquiera para cambiarse. Sigo sonriendo y por una vez en mi  vida tengo esa sensación que no puedo dejar de hacerlo. Sale de la habitación  y me pongo bocabajo en la cama tapándome con  las mantas y de nuevo quedándome dormida.
Esta vez por poco tiempo hasta que Jack llega, entonces salta en la cama y empieza a hacerme cosquillas, no puedo aguantar ni la risa ni el susto, no me lo esperaba.
-¡DESPIERTA! Llevas toda la noche y parte de la mañana durmiendo, eres una dormilona.- se ríe a carcajas mientras yo intento zanjarme de su ataque de cosquillas.
-¡SUELTA, SUELTA!-digo con desesperación, al final me suelta y sigue riéndose un rato.
-Bueno, ¿quiere desayunar la señorita?
-La verdad es que hay hambre- reí.
-Pues no será por todas las energías que as gastado ¿no?- dice burlón mientras vuelve a acariciar el moratón de mi mejilla. Se vuelve a levantar, esta vez va a la cocina a hacer el desayuno. Me lo pienso un rato antes de levantarme pero finalmente lo hago me dirijo a la habitación de la hermana de Jack y cogí algo de ropa, creo que me estaría un poco grande pero bueno, más o menos bien. Me dirijo al baño, necesito darme una ducha. Cuando termino cojo una toalla me seco y me visto. Me miro al espejo, estoy llena de moratones y cicatrizes, pero almenos ya no estoy ensangrentada.
Llego a la cocina,  todo estaba servido ya en la barra, no era mucho pero suficiente, unas tostadas y leche. Jack ya estaba desayunando, cuando entré se paró a observarme y sonrió. Me senté, esta vez a su lado y empecé a desayunar. Todo estaba en silencio y pensé en si a lo mejor debería contárselo, contarle el por qué de estar allí en ese momento y el por qué de mis heridas. Al fin y al cabo él me había contado lo de su hermana y yo ni siquiera había podido hacer  nada por él. Decidí que sí.
-Ese día me desperté como otro cualquiera, estaba asustada pero no tenía nada que hacer, solo esperar a que el día acabara.
-¿Qué?- al principio no lo comprendió pero seguí hablando.
-A las nueve todavía no había llegado… pero no tardaría- respire hondo -  Se abrió la puerta y empecé a temblar, ya iba borracho, corrí arriba en un fallido intento de esconderme- tragué el nudo que tenía en mi garganta, no sabía si podría continuar.
-No hace falta que me hables de ello si no quieres.
-Necesito hacerlo-contesté y seguí con mi terrible historia- subió detrás de mí riéndose a carcajadas, cuando me encontró me agarró del pelo y me tiro al suelo, empezó a darme patadas y golpearme, me quiso castigar por haber intentado escapar- comencé a sentir un extraño frio en mi al recordar esos momentos y empecé a temblar. Jack me sentó en sus rodillas y me abrazó, siempre sabía lo que necesitaba- volvió a agarrarme del pelo y me levantó, esta vez no solo para propinarme un puñetazo-me rocé el moratón de la cara, no pude evitar por más tiempo las lagrimas- intentó… -dude en decirlo.
-No hace falta que lo digas, lo entiendo-Menos mal que lo entendió porque no me sentía capaz de pronunciarlo.
-Gracias. Entonces, alguien llamo al timbre, mi salvación, no pensé en lo que ocurriría simplemente actué impulsada por el miedo, rompí el cristal de la ventana y escape  por ahí. Corrí, corrí hasta que deje de escuchas sus maldiciones a gritos, después empecé a andar hasta que me fallaron  las piernas- cuando terminé de contarlo todo mis ojos estaban rojos de tanto llorar y me abrazaba fuerte a Jack ,él había sido mi única salvación.
-¿Quién era él?, ¿quién te hizo todo eso?- preguntó muy serio cuando me había calmado  un poco.
-Él…
-¿Si?-insistió.
-Era mi… padre- dije temblando. Me abrazó mas fuerte todavía, y se lo agradecí.
-Tranquila, todo irá bien ¿vale? Lo primero es ir a un hospital para que te curen bien todas esas heridas que tienes, sino se te infectaran y acabaran en un problema grave, y después veremos que hacemos. ¿Te parece bien?- dijo acariciándome la cabeza.
-Sí, pero, ¿puedo quedarme aquí con migo?- le supliqué todavía sollozando.
-Todo el tiempo que quieras mi princesa-. Justo lo que necesitaba oir, como siempre.

Después de comer fuimos al hospital, no eran golpes demasiado graves pero el doctor se sorprendió de ver mi cuerpo tan magullado.  Más tarde, después de comprar un poco de comida, Jack me acompaño a poner la denuncia, no fue nada fácil pero él me convenció de que era necesario. En las siguientes semanas Jack arreglo unos papeles para que le dieran autorización legal para convertirse en mi tutor ya que como soy menor no  puedo andar por ahí sin padres ni nada. Y al final del verano me matriculo en un instituto para que acabara mis estudios.
-Gracias- le dije una noche.
-¿Por qué?- realmente parecía sorprendido.
-Por todo, por cuidarme, por escucharme y sobre todo por estar aquí con migo-. Dije, en ese momento por mí hablaba mi corazón.. Me besó, sonreía, siempre que lo hacía con esa sonrisa suya que me enamoraba, me derretía y pasaba a ser solo suya, por siempre.
-Y lo hare durante todo el tiempo que tu quieras- me susurro al oído antes de fundirnos en un eterno abrazo de amor.